jueves, 19 de diciembre de 2013

"La puerta de la felicidad se abre hacia dentro"

Volver a España fue como meterme en un bloque de hielo (y no lo digo sólo por los 40º C de diferencia que sin duda han sido un cambio fuerte).

La naturaleza es sabia, probablemente por eso en un intento de darle progresión a los cambios y no toparse con todo de golpe, mi cuerpo congeló al bajarme del avión la mayor parte de mis emociones y pensamientos. Poco a poco, con el paso de los días, me he acostumbrado a la temperatura y mi mente ha aceptado la realidad…hemos salido del bloque de hielo.

No ha sido nada fácil. La verdad, a una le cuesta entender por qué tarda en ubicarse en el sitio donde ha estado toda su vida. Cuando te acuerdas de tu casa, tus amigos, tu familia, tu ciudad, a tantísimos kilómetros,  lo bueno se magnifica, te imaginas que todo sigue más o menos igual (eso es lo que todos te dicen), pero no es así. La realidad es la realidad, el tiempo pasa y la vida no espera por nadie, cuando llegas muchas cosas han cambiado, los que se han quedado aquí tienen su propio ritmo, sus quehaceres, sus hábitos… y es lógico, aunque eso te obliga a enfrentarte sólo a un montón de cosas que no te esperabas. Lo bueno de esto es todo lo que aprendes, en sólo una semana puedes llegar a reflexionar sobre millones de cosas diferentes y muchas de ellas suponen un cambio real en tu vida, es como si cada gota de agua que se descongelara fuera igual a un golpe de conciencia.

Yo ya sabía que este viaje me iba a enseñar, al marcharme ya lo pensaba: otro país, otro continente, otra escala de valores, otra gente, otra cultura, otras creencias, dos meses cuidando de mi misma…estaba claro que era una oportunidad única de aprender.

Estando allí uno ya se da cuenta de muchas cosas, se replantea sus prioridades, se pregunta el por qué de lo que hace y de lo que no hace. Pero lo más fuerte llega con el regreso, ya alguien lo dijo: “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuánto has cambiado tú”. Y aunque no es cierto que aquí nada haya cambiado, si lo es que por ser un lugar con el que estás más que familiarizado y en el que tienes tu vida, te ayuda a reajustar el concepto que tienes de ti mismo y de lo que te rodea.

Una de las cosas de las que me he dado cuenta en este viaje es de la enorme capacidad de adaptación del ser humano, basta con tener la intención para afrontar casi cualquier cambio que se planteé, y cuantos más cambios acoges más sencillo te resulta. Esto tiene una segunda parte que es aún más positiva si cabe, y es que he aprendido que los cambios, que no son tan difíciles, empiezan en uno mismo y que si yo cambio algo de mí, ya estoy cambiando algo del lugar en el que estoy, si es para bien o es para mal sólo depende de mí.

El segundo aprendizaje, y probablemente el más importante hasta el momento para mí, es entender que se puede ayudar siempre y se esté donde se esté. Es un regalo y una suerte poder cruzar el océano para tomar contacto con la vida de otras personas, ayudar, contribuir a su bienestar. Sin embargo es igual de maravilloso saber que a tu alrededor tienes cientos de oportunidades más y que son igual de valiosas. Y de verás es importante que nos demos cuenta de esto, basta con mirar a nuestro lado para encontrar a alguien a quien darle algo de nosotros, un consejo, compañía, cariño, unos apuntes, nuestras manos para alguna tarea, una idea…todo vale, todo es bueno y la mayoría de las cosas no cuestan nada y enriquecen mucho.

Al hilo de esto, también con este viaje he entendido que, aún con todo el desinterés del Mundo, uno mismo también es importante. Cuando decidimos dar algo de nosotros, ayudar sin buscar nada a cambio y de manera altruista, es fundamental que también ganemos, que nos sintamos bien, útiles…porque de lo contrario las cosas no funcionan de la misma manera y nuestra actitud no es igual de positiva. Todos buscamos sentirnos bien, y lo encontramos en diferentes cosas, tal vez es egoísta, pero es para mí la mayor virtud de la humanidad…podemos encontrar nuestro bienestar haciendo sentir bien a otros, encontramos lo que buscamos dándonos a los demás, y nos ayuda a querernos a nosotros mismos y a tenernos más en cuenta.

Y es que cuidarnos no es tan fácil como parece, me siento bien por haberme hecho cargo de mi misma estos dos últimos meses y estar aquí, entera y sana. Pero he echado mucho de menos tener alrededor a esas personas que muchas veces creemos que ponen barreras a nuestra independencia (física  y afectiva) pero que suponen un apoyo muy grande en nuestra vida.

Como moraleja del viaje usaría algo que ya me dijo una profesora hace años: “¡En la vida hay que mojarse!” Puedes pasar por miles de sitios como si nada o puedes decidir mojarte, empaparte. No siempre es fácil, seguramente va a traer momentos de tristeza o de dolor, despedidas, pérdidas, decepciones, vas a tener que echar de menos, vas a volver a empezar mil veces, a aprender y a desaprender…pero si no pasas eso tampoco vas a vivir las ilusiones, a sentir que entiendes y a sentirte entendido, escuchado o querido, nunca vas a saber de reencuentros, ni de proyectos cumplidos…¡hay que mojarse porque eso es vivir!




No hay comentarios:

Publicar un comentario