Ya
son tres días en Lima y tanto por contar que faltan palabras. Todo es diferente
aquí: la comida, los edificios, el tráfico, la gente…
Por
empezar por algo, el tráfico, que es, loco, anárquico, selvático; es el ejemplo
más claro que he conocido de que “las reglas están para saltárselas” y es que
no dejan ni una. Los carriles no son los que están pintados, sino los coches
que caben en el ancho de la calzada (incluyéndose en ocasiones la acera), las
señales, que son todas amarillas y rellenas con un texto en letras negras según
la necesidad, son decorativas, el número de personas que montan en un coche se
decide en función de lo que estás ocupen y de los autobuses no hablemos (aunque
bien merecen un apartado sólo para ellos, y de hecho, el único en el que he
montado “Urbanito”, lo tendrá.) En Lima, tan importante como tener ruedas es
tener claxon, sin el no eres nadie aquí, es, de alguna manera tu seguro de vida
cuando montas en el coche (algunos hasta tienen ese sonido tan peliculero,
similar a la bocina de las ferias de allí).
La
circulación es sin duda una de las cosas que más me han impresionado, Madrid,
que antes me parecía una locura, ahora me parece un paseo. Pero si ha habido un
protagonista de los últimos días ese es “Urbanito”, un autobús turístico,
pequeño, antiquísimo, una latita con ruedas, como la mayoría de los que hay
aquí. Desde esta reliquia hemos recorrido una parte bastante grande de Lima,
haciendo algunas paradas en lugares emblemáticos. De todas ellas, “El Cristo
Blanco” es la reina, situado en el distrito de Barranco (un distrito es similar
a un barrio, pero descomunal y con su propio cuerpo de gobierno, aunque todos
ellos están coordinados por la Municipalidad de Lima). Es una estatua de 37
metros de alto de un Cristo, colocada en lo alto de un cerro al que se accede
por un caminucho de tierra, y sí, subimos hasta allí en “Urbanito”, toda una
prueba de fe. Desde allí se veían las luces de Lima, interminables, infinitas,
allí comencé a comprender que parte del caos que preside Lima es fruto de su
inmensidad. También allí empecé a verle las dos caras a la capital peruana, el
lujo y la pobreza, conviviendo en el mismo suelo. Hoteles impresionantes que
con sus fachadas ocultaban casas de ladrillo visto inacabadas. Nos han
explicado que, la mayoría de las casas están sin terminar porque los padres las
empiezan pensando en que sus hijos, que vivirán con ellos, las acaben, pero la
sociedad está cambiando y con toda probabilidad muchas de ellas no se
terminarán.
Si
ya el primer día conocí el contraste, no podéis imaginaros lo de hoy. Muy lejos
del centro de la ciudad, cientos de personas viven en chabolas colocadas en las
laderas de unas montañas en las que no hay ni un árbol, ni una planta, sólo
roca. Pero si continuas avanzando aún más hacia las afueras, de pronto
encuentras casas con todo tipo de lujos, todo en cuestión de dos, tres
kilómetros. Me entristece pensar en que el ser humano sea capaz de vivir sin
inmutarse de lo que pasa a su lado, que pueda meterse en su piscina a darse un
baño mientras a menos de diez kilómetros hay casas sin agua corriente... Pero
así somos. En realidad es difícil de imaginar cómo viven allí, si ni siquiera
uno es capaz de explicarse de donde sale el aire para respirar, pero allí
están, supervivencia pura. No pretendo que de lástima, eso no resuelve nada,
sólo quiero que se sepa otra parte de la realidad de aquí.
La
gente de acá (porque son de acá, no de aquí). Estoy teniendo la suerte y el
gusto de poder conocer muy de cerca de una familia, está claro que no por
conocerlos a ellos conozco a los peruanos, pero mi impresión hasta el momento
es que son gente muy hospitalaria, abierta, activa (muchísimo), curiosa. He
podido conversar sobre las cosas más banales, pero también sobre aspectos más
trascendentes o comprometidos y eso me encanta, me hace sentir como se acercan
las culturas, como nos enriquecemos los unos a los otros, como tratamos de
entendernos, de escucharnos. No todo en el ser humano va a ser malo ¿no?
Hay
muchísimas cosas más que podría contar, pero los detalles los dejo para la
vuelta, ya estoy deseando sentarme a contaros cosas cerveza en mano, pero de
momento para dejaros buen sabor de boca y terminar con la entrada de hoy…