domingo, 29 de septiembre de 2013

Ciudad de contrastes

Ya son tres días en Lima y tanto por contar que faltan palabras. Todo es diferente aquí: la comida, los edificios, el tráfico, la gente…

Por empezar por algo, el tráfico, que es, loco, anárquico, selvático; es el ejemplo más claro que he conocido de que “las reglas están para saltárselas” y es que no dejan ni una. Los carriles no son los que están pintados, sino los coches que caben en el ancho de la calzada (incluyéndose en ocasiones la acera), las señales, que son todas amarillas y rellenas con un texto en letras negras según la necesidad, son decorativas, el número de personas que montan en un coche se decide en función de lo que estás ocupen y de los autobuses no hablemos (aunque bien merecen un apartado sólo para ellos, y de hecho, el único en el que he montado “Urbanito”, lo tendrá.) En Lima, tan importante como tener ruedas es tener claxon, sin el no eres nadie aquí, es, de alguna manera tu seguro de vida cuando montas en el coche (algunos hasta tienen ese sonido tan peliculero, similar a la bocina de las ferias de allí).

La circulación es sin duda una de las cosas que más me han impresionado, Madrid, que antes me parecía una locura, ahora me parece un paseo. Pero si ha habido un protagonista de los últimos días ese es “Urbanito”, un autobús turístico, pequeño, antiquísimo, una latita con ruedas, como la mayoría de los que hay aquí. Desde esta reliquia hemos recorrido una parte bastante grande de Lima, haciendo algunas paradas en lugares emblemáticos. De todas ellas, “El Cristo Blanco” es la reina, situado en el distrito de Barranco (un distrito es similar a un barrio, pero descomunal y con su propio cuerpo de gobierno, aunque todos ellos están coordinados por la Municipalidad de Lima). Es una estatua de 37 metros de alto de un Cristo, colocada en lo alto de un cerro al que se accede por un caminucho de tierra, y sí, subimos hasta allí en “Urbanito”, toda una prueba de fe. Desde allí se veían las luces de Lima, interminables, infinitas, allí comencé a comprender que parte del caos que preside Lima es fruto de su inmensidad. También allí empecé a verle las dos caras a la capital peruana, el lujo y la pobreza, conviviendo en el mismo suelo. Hoteles impresionantes que con sus fachadas ocultaban casas de ladrillo visto inacabadas. Nos han explicado que, la mayoría de las casas están sin terminar porque los padres las empiezan pensando en que sus hijos, que vivirán con ellos, las acaben, pero la sociedad está cambiando y con toda probabilidad muchas de ellas no se terminarán.

Si ya el primer día conocí el contraste, no podéis imaginaros lo de hoy. Muy lejos del centro de la ciudad, cientos de personas viven en chabolas colocadas en las laderas de unas montañas en las que no hay ni un árbol, ni una planta, sólo roca. Pero si continuas avanzando aún más hacia las afueras, de pronto encuentras casas con todo tipo de lujos, todo en cuestión de dos, tres kilómetros. Me entristece pensar en que el ser humano sea capaz de vivir sin inmutarse de lo que pasa a su lado, que pueda meterse en su piscina a darse un baño mientras a menos de diez kilómetros hay casas sin agua corriente... Pero así somos. En realidad es difícil de imaginar cómo viven allí, si ni siquiera uno es capaz de explicarse de donde sale el aire para respirar, pero allí están, supervivencia pura. No pretendo que de lástima, eso no resuelve nada, sólo quiero que se sepa otra parte de la realidad de aquí.

La gente de acá (porque son de acá, no de aquí). Estoy teniendo la suerte y el gusto de poder conocer muy de cerca de una familia, está claro que no por conocerlos a ellos conozco a los peruanos, pero mi impresión hasta el momento es que son gente muy hospitalaria, abierta, activa (muchísimo), curiosa. He podido conversar sobre las cosas más banales, pero también sobre aspectos más trascendentes o comprometidos y eso me encanta, me hace sentir como se acercan las culturas, como nos enriquecemos los unos a los otros, como tratamos de entendernos, de escucharnos. No todo en el ser humano va a ser malo ¿no?

Hay muchísimas cosas más que podría contar, pero los detalles los dejo para la vuelta, ya estoy deseando sentarme a contaros cosas cerveza en mano, pero de momento para dejaros buen sabor de boca y terminar con la entrada de hoy…








jueves, 26 de septiembre de 2013

La cuenta atrás

Se ha hecho larga la espera, los últimos cinco días han sido como tres semanas, con muchísimas cosas por hacer, papeleo, maletas, compras de última hora, ... Pero ya es el día, hoy es el día, nos marchamos.

Lo cierto es que, con todo lo largos que se han hecho los últimos días, al levantarme hoy he sentido que mi marcha estaba mucho más cerca de lo que podía asumir, y es que todo ha pasado muy rápido, no hace un mes todavía desde que sé mi destino y ya estoy con un pie allí. Yo creo que, en realidad, por mucho tiempo que se tenga, nunca se está preparado del todo, no alcanzamos a imaginar un cambio de ciudad, de país, de hogar, de compañía, de sociedad...mucho menos siendo la primera vez. Con todo y eso, no me siento nerviosa, y confieso que aún me quedan cosas por hacer antes de irme...así soy yo, "un desastre" dicen.

A nivel personal, el día de hoy está siendo complicado, mientras la mayoría dice adiós al verano y se mete en clase otra vez, yo alargo mi verano otros dos meses, pero me tocan despedidas un poco más difíciles, algunas para bastante tiempo, lo bueno de las despedidas es que traen consigo los reencuentros y estoy segura de que está despedida y su reencuentro merecen mucho la pena.



Pronto más...desde Perú.